Madrid. Foto Sebastián Navarrete |
“El hombrecito de nuestro tiempo deambula entre financieras y el tedio rutinario de las oficinas atemperadas con aire acondicionado. Siempre sueña con las vacaciones y la libertad. Siempre sueña con concluir las cuentas, hasta que un día, el corazón se para y adiós.”
Hemos
sacrificado los viejos dioses inmateriales, y ocupamos el templo con el Dios
Mercado. Él nos organiza la economía, la Política, los hábitos, la vida y hasta
nos financia en cuotas y tarjetas, la apariencia de felicidad. Parecería que
hemos nacido sólo para consumir y consumir y cuando no podemos cargamos con la
frustración, la pobreza y la autoexclusión. Lo cierto hoy, que para gastar y
enterrar detritos, la llamada huella de carbono por la ciencia, dice que si la
humanidad total aspira a vivir como un norteamericano medio, serían necesarios
tres Planetas. Es decir: nuestra civilización montó un desafío mentiroso y así
como vamos, no es posible para Todos colmar este “sentido de la vida” que en
los hechos masifica como cultura nuestra época dirigida por la acumulación y el
Mercado. Prometemos una vida de derroche y despilfarro, que constituye una
cuenta regresiva contra la naturaleza, y contra la humanidad como futuro.
Civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos
naturales, pero lo peor, civilización contra la libertad que supone Tiempo para
vivir las relaciones humanas, amor, amistad, aventura, solidaridad, familia.
Civilización contra el tiempo libre que no paga y puede gozar escudriñando la
naturaleza. Arrasamos las selvas verdaderas, e implantamos selvas anónimas de
cemento. Enfrentamos al sedentarismo con caminadores, al insomnio con
pastillas, a la soledad con electrónica…. ¿Es que somos felices alejados de lo
eterno humano? Aturdidos, huimos de nuestra Biología que defiende la vida por
la vida misma como causa superior y la suplantamos por el consumismo funcional
a la acumulación. La política, eterna madre del acontecer humano, quedó
engrillada a la economía y al Mercado.
Parte del discurso en la ONU de José Mujica, expresidente de Uruguay.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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