Gijón, Asturias. Foto Sebastián Navarrete |
La vida debe acabar pronto en
cualquier caso, de manera que los pocos años que uno quizá tenga por delante se
desvanecen por completo ante el tiempo infinito en el cual uno ya no existirá
más. Por consiguiente, ante la reflexión parece incluso ridículo que uno se
preocupe tanto y se alarme de tal manera por ese lapso de tiempo, cuando la
vida propia o ajena peligre, y cree tragedias, cuyo sobrecogimiento radica
únicamente en el miedo a la muerte. Este poderoso apego a la vida resulta por
tanto irracional y ciego: tan solo es explicable por el hecho de que nuestra
esencia es ya de por sí voluntad de vivir, que la vida es para esta el bien de
mayor valor, por muy amarga, breve e incierta que pueda llegar a ser y que esta
voluntad es, en sí misma y originariamente, inconsciente y ciega.
“El arte de sobrevivir” de Arthur Schopenhauer.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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