Me
gustaría ser de un país que hubiera superado su etapa adolescente. Me gustaría
ser de un país que no anduviera todavía a estas alturas buscando su definición.
Me gustaría ser de un país del que el pueblo no exhibiera su orgullo pero
tampoco su vergüenza. Me gustaría ser de un país en el que las noticias no
estuvieran colonizadas siempre por los mismos. Me gustaría ser de un país en el
que se hablara tanto del sur pobre como del norte rico. Me gustaría ser de un
país en el que el paro fuera el
primer asunto en cuestión, y la precariedad laboral y los sueldos de mierda y
la falta de conciliación familiar y el descenso de la natalidad y la educación.
Me gustaría ser de un país en el que los jóvenes pudieran marcharse de casa
cuando toca. Me gustaría ser de un país que pronunciara con naturalidad su
nombre, España, como otros dicen Francia o Italia, y dejara el término Estado
para asuntos administrativos. Me gustaría ser de un país que celebrara su
diversidad más que alentar lo irreconciliable. Me gustaría ser de un país en el
que los políticos hablaran con franqueza y no de esa manera jesuítica en la que
las palabras se miden para no llamar a las cosas por su nombre. Me gustaría ser
de un país en el que las personas pudieran construirse una opinión y expresarla
sin miedo a ser arrinconadas. Me gustaría ser de un país menos engolfado en
cuestiones abstractas. Pero andamos como Bill Murray, atrapados en el tiempo.
Imposible avanzar en nuestro calendario. La diferencia es que aquello era una
comedia. Y esto es una farsa. Que agota. Elvira Lindo. El
País, 4 de noviembre 2015.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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