miércoles, 30 de julio de 2008

Argumentos verosímiles.


El señor Alberto Heintz, de Buffalo, Estados Unidos, dividido entre el amor de su mujer y el de una señorita de veinte años, resuelve convocar a ambas a una reunión con vistas a tomar una decisión conjunta.

Las dos mujeres y el señor Heintz acuden puntualmente al lugar de la cita, y tras prolongada discusión, llegan a un acuerdo.

Los tres van a poner fin a sus vidas.

La señora Heintz vuelve a su casa, se pega un pistoletazo y muere. Por tanto, el señor Heintz y su amorosa señorita veinteañera, en vista de que con la muerte de la señora Heintz todo obstáculo a su unión queda suprimido, convienen en que no existe ya razón alguna para buscar la muerte y deciden seguir viviendo y contraer matrimonio. Pero la autoridad judicial piensa de otro modo y procede a su detención.

Un prosaico desenlace. (Publicado en los periódicos de Nueva York del 25 de enero de 1921)

Supongamos que a un pobre autor de comedias se le ocurre la desgraciada idea de llevar a escena semejante argumento.

A buen seguro que su fantasía sentirá escrúpulos, sobre todo a la hora de paliar con remedios “heroicos” la falta de sentido del suicidio de la señora Heintz, tratando de prestarle de algún modo verosimilitud.

Los absurdos de la vida no necesitan parecer verosímiles porque son verdaderos; al revés que los del arte, que para parecer verdaderos, necesitan ser verosímiles. Con lo que, siendo verosímiles, dejan de ser absurdos. - Luigi Pirandello - El difunto Matías Pascual.

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