Después de la lluvia de otoño
He mirado la mar, olvidándose allá, convirtiéndose en cielo.He escuchado el sonido del viento paciendo la hierba mojada.He dejado caído mi cuerpo entre flores azules, cerrados los ojos,y he soltado las riendas del alma. (Pienso en un llano de tierras resecas y duras,en un negro avanzar por los siglos, la noche, la piedra abrasada.Pienso en ciudades, en hombres que viven cubiertos de sombra,en tristes mujeres que cierran las puertas al alba.Y siento, en el fondo del río que mueve mis sueñosla vida apagada.) He abierto de nuevo los ojos. El sol da a las cosasuna lumbre irreal y dorada.Otra vez son los montes de plata y de verde sereno.Tiene la tierra el olor virginal de la fruta en la rama. Repito los nombres que ofrecen un nido,una bahía de paz a la infancia tronchada.(El faro, la Isla de Santa Marina,pienso en la mole maciza de Peña Cabarga.) He sentido el rozar de unos pies a mi lado.Tenía la frente perdida en las nubes más altas.“Hermosa la tierra”, me ha dicho. Y ha vuelto al misterio.Yo me he puesto a llorar de hermosura, pegada la boca a la tierra mojada. José Hierro
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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