Mi hija y su pareja han adoptado un perro. Lo han hecho en una residencia donde acogen a perros y gatos abandonados. Mymo, que así ya le llamaban en la residencia, era uno de esos perros abandonados que, tras ser gravemente atropellado, fue trasladado al centro veterinario de la citada residencia. Allí permaneció inmovilizado durante dos meses, tratando de salvar su vida y dos de sus patas. Por desgracia, solo una pata trasera se salvó, una delantera no hubo más remedio que amputarla. Mi hija nos contó que, cuando fueron a la residencia, se enamoraron de Mymo nada más verlo. Ahora, Mymo es un animal feliz, juega, anda, corre... Su mirada parece encerrar todo lo que ha vivido, pero refleja también felicidad. Cuando te mira solo te dan ganas de abrazarlo y pedirle perdón. Bienvenido a la familia, Mymo; somos muy afortunados de tenerte cerca.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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