Salvador Dalí siempre estuvo interesado en el cuadro El
Ángelus del pintor francés Jean-François Millet. Más que
interesado, estaba obsesionado con este cuadro y por ello hizo múltiples
reinterpretaciones , escribió un ensayo titulado El mito trágico del
Ángelus de Millet y en su libro Confesiones
inconfesables afirmaba que El Ángelus se había
convertido para él en la “obra pictórica más íntimamente turbadora, la más
densa”.
Cuando era niño descubrió un dato familiar que marcó su vida y su
identidad. Se enteró de que había tenido un hermano que murió a los tres
años, se llamaba también Salvador y sus padres, que le llevaban regularmente
a visitar la tumba, le contaron que él, en realidad, era la reencarnación de
su hermano. De esta forma nació la obsesión del pintor por la muerte de los
bebés. “Durante toda mi niñez y juventud viví con la idea de que era parte
de mi hermano mayor. Es decir, en mi cuerpo y alma llevaba el cadáver adherido
de este hermano muerto porque mis padres hablaban constantemente del otro
Salvador”, afirmó alguna vez. Y también: “Yo nací doble, con un hermano de
más, que tuve que matar para ocupar mi propio lugar, para obtener mi propio
derecho a la muerte […]. Todas las excentricidades que he cometido, todas las
incoherentes exhibiciones proceden de la trágica obsesión de mi vida. Siempre
quise probarme que yo existía y no era mi hermano muerto. Como en el mito de
Cástor y Pólux, matando a mi hermano, he ganado mi propia inmortalidad”.
Regresemos al cuadro de Millet. Se trata de una escena muy sencilla. Un
hombre y una mujer rezan el Ángelus con la mirada agachada. Han dejado de lado
su labor de plantar patatas y todas las herramientas utilizadas para esta tarea
(el rastrillo, la cesta, los sacos y la carretilla) están esparcidas a su
alrededor. El cuadro no parece tener más misterio que dos labradores
deteniendo su labor diaria para dedicar unos minutos a una oración.
Pero Dalí veía algo extraño en el cuadro, algo que le perturbaba, que
le obsesionaba de manera irracional y que no tenía ni idea de lo que era. En
varias entrevistas reconoció que ese cuadro, que conocía desde niño, le
hacía sentir cosas que no podía definir, luces y sombras que le llevaban a
ver más allá de lo que estaba pintado. Era como si quisiera decirle algo que
no conseguía identificar. Hasta tal punto fue así que el cuadro, que nunca
fue demasiado famoso, empezó a ser conocido y reconocido gracias a las
reinterpretaciones de Dalí.
Llevado por la curiosidad, este comenzó a investigar el cuadro y
descubrió algo que conectaba con su biografía. Un descendiente del pintor
francés le confesó lo que la familia Millet había llevado en secreto durante
generaciones: originalmente, donde aparece el cesto con patatas a los pies de
los campesinos, no había un cesto, sino otra cosa. Por lo visto el cuadro
había sido modificado por el propio Millet, aunque se desconocía el motivo
que había llevado a cambiar la obra inicial.
Dalí, que ante semejante noticia fue incapaz de quedarse de brazos cruzados, solicitó un análisis con rayos X. Pues bien, bajo la capa de pintura de la cesta se podía ver una mancha con forma de ataúd infantil. De hecho, lo que el cuadro representaba realmente era una oración previa a un entierro no oficiado. En esa época, los niños que morían antes de ser bautizados no podían ser enterrados en los cementerios. La idea inicial de Millet al pintar El Ángelus era recrear la situación de dos padres enterrando a su hijo recién nacido. Pero una vez hecho esto, el pintor francés decidió cambiar la obra para evitar las críticas de la burguesía clasista. Estaban muy interesados en todo tipo de obras que representaran el mundo rural ya que para ellos simbolizaban los valores de la tradición en contraposición de la postura reaccionaria del sector obrero. Pero este cuadro les incomodaba y hubiera supuesto un problema para Millet que la crítica hacia su persona se extendiera entre sus potenciales compradores. Cristina Sánchez Andrade. Publicado en FronteraD el 18/12/2020.
Interesantísimo y extrañamente, poco conocido popularmente.
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