«¿Y las palabras? ¿Adónde van? ¿Cuántas permanecen? ¿Por cuánto tiempo? (...) mi abuelo Jerónimo, en sus últimas horas, fue a despedirse de los árboles que había plantado, abrazándolos y llorando porque sabía que no volvería a verlos. La lección es buena. Me abrazo a las palabras que he escrito, les deseo larga vida y recomienzo la escritura en el punto en que la había dejado. No hay otra respuesta». José Saramago.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
Te doy las gracias por opinar y participar. Saludos.