viernes, 4 de enero de 2013

El músico

Bajo la Puerta Romana de Córdoba. Foto Sebas Navarrete

Bajo la Puerta Romana de Córdoba. Foto Sebas Navarrete

Un hombre se sentó en una estación de metro en Washington DC y comenzó a tocar el violín, era una fría mañana de enero. Interpretó seis piezas de Bach durante unos 45 minutos. Durante ese tiempo se calcula que 1.100 personas pasaron por la estación, la mayoría de ellos en su camino al trabajo.

Tres minutos pasaron, y un hombre de mediana edad se dio cuenta de que había un músico tocando. Disminuyó el paso y se detuvo por unos segundos, y luego se apresuró a cumplir con su horario.

Un minuto más tarde, el violinista recibió su primer dólar de propina: una mujer arrojó el dinero en la caja y sin parar, y siguió caminando.

Unos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escucharlo, pero el hombre miró su reloj y comenzó a caminar de nuevo. Es evidente que se le hizo tarde para el trabajo.

El que puso mayor atención fue un niño de unos 3 años. Su madre le apresuró, pero el chico se detuvo a mirar al violinista. Por último, la madre le empuja duro, y el niño siguió caminando, volviendo la cabeza todo el tiempo. Esta acción fue repetida por otros niños. En todos los casos los padres les forzaron a seguir adelante.

En los 45 minutos que el músico tocó, sólo 6 personas se detuvieron y permanecieron por un tiempo. Alrededor del 20 le dieron dinero, pero siguió caminando a su ritmo normal. Se recaudó 32 $. Cuando terminó de tocar y el silencio se hizo cargo, nadie se dio cuenta. Nadie aplaudió, ni hubo ningún reconocimiento.

Nadie lo sabía, pero el violinista era Joshua Bell, uno de los músicos más talentosos del mundo. Él había interpretado solo una de las piezas más complejas jamás escritas, en un violín por valor de 3,5 millones de dólares.

Dos días antes de tocar en el metro, Joshua Bell abarrotó un teatro en Boston, donde los asistentes pagaron una media de 100 $.

Esta es una historia real. Joshua Bell tocando de incógnito en la estación de metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de la gente. Las líneas generales fueron los siguientes: en un entorno común a una hora inapropiada: ¿Percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla?

¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?

Una de las posibles conclusiones de esta experiencia podría ser:

Si no tenemos un momento para detenerse y escuchar a uno de los mejores músicos del mundo tocando la mejor música jamás escrita, ¿cuántas otras cosas nos estamos perdiendo? Por: Josh Nonnenmocher


Platón decía que la música guía a la juventud hacia la armonía espiritual, y su discípulo Aristóteles hablaba de la purificación por medio de la música. Se creía que puede curar enfermedades del alma. En Roma se dejaba su cultivo a los esclavos, pero nada gustaba tanto a aquella gente como la música y el baile, a pesar de que Cicerón había dicho que sólo un lunático es capaz de ponerse a bailar si no está borracho.

1 comentario:

  1. Muy buena anécdota que ya me sonaba pero que has explicado de forma sencilla, amena y con una reflexión muy apropiada. Feliz 2013 y que sigas compartiendo tu talento.

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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
Te doy las gracias por opinar y participar. Saludos.