También en Marte el hombre había llegado a ser demasiado humano, y no bastante animal. Los hombres de Marte comprendieron que si querían sobrevivir tenían que dejar de preguntarse de una vez por todas: ¿Para qué vivir? La respuesta era la vida misma. La vida era la propagación de más vida, y vivir la mejor vida posible. Los marcianos comprendieron que se preguntaban ¿Para qué vivir? en la culminación de algún período de guerra y desesperanza, cuando no había respuesta. Pero cuando la civilización se tranquilizaba y calla, y la guerra termina, la pregunta se convierte en insensata de un modo nuevo. La vida es buena entonces, y las discusiones son inútiles.
Extraído de Crónicas marcianas de Ray Bradbury.
No somos tan listos como creemos...
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