jueves, 10 de octubre de 2024
Varias veces, al término de un entierro, había oído a la gente hablando de unas ganas de vivir exacerbadas por la conciencia de la muerte. Nos repetimos a nosotros mismos, como un sencillo poema estudiado en la escuela, que tenemos que aprovechar al máximo cada minuto de nuestras vidas. Ganamos perspectiva, y nuestros sinsabores cotidianos nos aparecen por fin como lo que son: irrisorios. Pero esta toma de conciencia no dura, y pronto volvemos a quejarnos de trivialidades, como movidos por un deseo inconsciente de recuperar cuanto antes esa energía impermeable a lo efímero. Y regresa la indiferencia, hasta el siguiente muerto. David Foenkinos “La vida feliz”. Editorial Alfaguara.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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